Artículo publicado en Rio Belbo.
Hace poco más de un año Río Belbo Ediciones publicó Apuntes de clases, el libro de la profesora y bailarina Natalia Perez que acaba de llegar a su quinta edición. Apuntes, como su nombre indica, se compone de anotaciones que la autora tomó entre clase y clase. Lo curioso, lo especial de este libro, es que para ella casi todo, en cierta forma, es una clase: un intercambio de emails con un amigo, una película que vio, una clase de chi kung o de contact o de tejido a la que asistió o una de expresión corporal que dictó. Por eso sus apuntes también son leídos como diarios, como notas autobiográficas sobre el mundo y sus oficios. La edición en papel, claro, es sólo de un extracto: el día que se publicó, Natalia Perez -damos fe- lo seguía escribiendo. Y lo sigue escribiendo ahora, por ejemplo en el apunte sin fecha que sigue:
«Apunte sin fecha»
Hay algo que se repite en muchas clases de técnicas corporales y se cuela insistente por el discurso de quienes coordinan las clases. Eso que se repite como un mantra es: pensar menos o, en los más radicales, desconectar la mente.
Aparece como una afirmación que quizá nosotros mismos recibimos cuando fuimos alumnos y que, si no nos detenemos a escuchar lo que decimos, se repite.
No sólo que eso es un movimiento imposible, que frustra a muchas personas que se acercan a buscar algo de alivio a sus padecimientos corporales, sino que, quizá, no sea una orientación deseable.
De a poco o bruscamente se genera un versus entre sentir y pensar.
Una mirada que me parece más habilitadora es aquella que contempla que el lenguaje, el pensamiento y la percepción se influyen entre sí en una relación más porosa.
¿Cómo ir acompañando esas experiencias corporales con el registro, el relato de lo que vamos experimentando, en una especie de entramado, entre el hacer, el pensar, el imaginar?
Quizá sí haya una palabra a la que es auspicioso bajarle el volumen, y es esa palabra más cruel que juzga y exige rápidos resultados a algo que es procesual y a fuego lento.
Se tratará a lo mejor de hacer entrar a una palabra poética, con imágenes propias que vaya abriendo, junto con la experiencia, otras posibilidades.
Todos tenemos un relato sobre nuestro cuerpo, sus posibilidades, limitaciones, los dolores y placeres; es ese relato el que crea una realidad para el que empieza a moverse.
Empezar a escucharlo y ver cómo entra en diálogo con las experiencias que se van transitando es algo muy hermoso de atestiguar.
Algo que puede orientar, también, es la posibilidad de sostener un foco. En este mundo hiperestimulado, donde cada vez se entrena más deslizar los dedos en una pantalla y absorber toneladas de imágenes e información fragmentada, estar con un sólo foco un rato, llevar la atención a cómo respiramos o a observar cómo nuestra atención va cambiando, ya deviene una especie de meditación.
Me gustan aquellos autores que piensan el cuerpo como territorio de cosas mezcladas, contradictorias, en tensión.
Cuando en una clase corporal alguien manifiesta que no puede parar de pensar quizá la pregunta acerca de qué otras cosas nota abre un camino.
Salir de ese pensamiento tan polarizado, de sentir o pensar, quizá nos permita respirar e imaginarnos de otras formas.